"Si aspiras a encontrarte a ti mismo, no te mires al espejo, porque allí encontrarás solamente una sombra, un extraño"
-Sigmund Freud-
Todo síntoma posee un sentido y se halla estrechamente enlazado a la vida psíquica. Éste fue el gran hallazgo clínico del Psicoanálisis. Descubrimiento cuyas consecuencias modificarán “la mirada” sobre el padecer humano, dando lugar a un tratamiento diferente, subvirtiendo la posición del sujeto en relación a su dolor, con respecto aquello de lo que se queja: sus síntomas. Síntomas que irrumpen en la vida a través de las diferentes manifestaciones del sufrimiento humano produciéndole a menudo intensas conmociones: frustraciones, falta de esperanza, desilusión, soledad, incomprensión, desconsuelo, rechazo, abandono, vacío existencial…
Se produce, por consiguiente, un fractura que afecta al encuadre terapéutico, sacando al paciente de esa postura de pasividad con respecto a su padecer. Donde las claves de su curación están en él. Y es que, hablando con precisión, la salud no es lo contrario de enfermedad. La salud es una construcción. Es algo nuevo, no un retorno a un estado previo al dolor, puesto que lo que retorna es, precisamente, lo reprimido. Es decir, aquellas cargas afectivas que, disociadas de lo incómodo de sus representaciones, vuelven una y otra vez desplazadas y disfrazadas en los más variopintos y fastidiosos escenarios del dolor. La cura es un compromiso: un trabajo de elaboración.
El psicoanálisis desveló que el ser humano puede llegar a gozar con aquello que le hace sufrir . Lo cual, además, de fastidioso de asumir es difícil de entender. A menos que se contemple desde la lógica paradojal del nuevo aparato psíquico donde, aquello que resulta incómodo para una parte del sistema puede, sin embargo, ser placentera para la otra. No en vano, Sigmund Freud descubrió que los síntomas ( al igual que otras formaciones del inconsciente como los sueños o los actos fallidos ) son una solución de compromiso entre dichas “localidades” psíquicas. Una transacción donde se satisfacen, a la vez, las exigencias defensivas y el deseo inconsciente.