No hay sueños “sin sentido”

Hay noches en las que soñamos algo tan extraño que, al despertar, nos decimos: “¿qué significará esto?”.

Y aunque a veces olvidamos ese sueño poco después de levantarnos, hay otras en las que, por más que intentemos dejarlo atrás durante el día, esa imagen, esa escena o ese personaje vuelve, insistente, como si el sueño no quisiera soltarnos del todo.

El psicoanálisis sostiene que no hay sueños “sin sentido”. Detrás de cada fragmento, de cada absurdo o repetición, se esconde un mensaje del inconsciente.
Los sueños no hablan de forma directa. No lo hacen en frases ni con la lógica racional, sino
en metáforas, desplazamientos y disfraces.

El sueño no dice: “Quiero esto” o “No quiero esto”; lo insinúa, lo codifica y lo enmascara.



En los sueños, el inconsciente aprovecha que la censura está dormida para dejar salir aquello que, cuando estamos despiertos, no nos permitimos expresar: ya sea porque nuestra cultura lo reprime, nuestro entorno no lo acepta o simplemente porque nosotros mismos no nos atrevemos a mirarlo de frente.

A veces lo hace de forma poética, otras de manera absurda y, en ocasiones, de un modo perturbador. Pero siempre deja una huella, una pista, una verdad que nos pertenece.

Sigmund Freud llamó al sueño la vía regia hacia el inconsciente.
Es decir,
el camino principal por el que podemos acceder a lo que permanece oculto en nosotros mismos: los deseos, los conflictos y las verdades que no alcanzamos a reconocer cuando estamos despiertos.
Para él, los sueños eran
la realización disfrazada de un deseo reprimido.

Pero Jacques Lacan fue más allá: descubrió que los sueños están estructurados como un lenguaje, una de las formas en que el inconsciente habla.
No buscan satisfacer un deseo, sino
decir algo.
Por lo tanto, los sueños son
textos que se escriben con imágenes, narraciones donde el sujeto aparece dividido entre lo que muestra y lo que calla.

Por eso, no se trata de buscar “qué significa soñar con agua o con serpientes”, sino de preguntarse qué lugar tiene ese símbolo para uno mismo.

De hecho, soñar con ciertos animales o elementos puede tener significados distintos según la cultura.
Por ejemplo, en muchas tradiciones orientales, soñar con una serpiente puede asociarse con la
sabiduría y la renovación espiritual;
mientras que, en la tradición judeocristiana, suele vincularse con la
tentación o el peligro.
El símbolo no tiene un sentido universal:
adquiere su valor en la historia personal y cultural de quien sueña.

Por eso, cada sueño merece ser escuchado, no como un oráculo ni como una lista de interpretaciones fijas (“soñar con X significa Y”),
sino como
una forma de diálogo interior, camuflado bajo imágenes, gestos o situaciones aparentemente absurdas.

El psicoanalista, en ese sentido, no traduce el sueño, sino que escucha lo que en él intenta decirse: ese mensaje que para la mayoría pasa desapercibido, pero que pertenece solo a quien sueña. Porque, justamente ahí, en lo que escapa, en lo que no se puede controlar ni entender del todo, reside el mensaje que quiere ser revelado

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